La Paz: La ciudad en la memoria de sus negocios

Bernabé Ontivera nunca olvidará la época en la que escuchó por primera vez la palabra contrabando. Sucedió a finales de los años 70, cuando las ventas en el Gato Blanco empezaron a decaer. “Fue una época difícil —recuerda la propietaria del local, Sandra Asbún,— porque era una competencia desleal, que la superamos con trabajo”. Hasta entonces, la tienda cubría las demandas de los gremiales de la ciudad y de la “clase alta”. Allí se vendían ollas, cubiertos, vajillas, cuadros… la mayoría de sus productos provenía de Europa y China. El entonces presidente René Barrientos, el socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz, el militar Hugo Banzer y el sindicalista Juan Lechín… eran algunos de los caseros del Gato.

Al primer golpe de vista, Bernabé (en la foto de esta nota) tiene unos 70 años, pero él no quiere decir su edad. Eso sí, recuerda muy bien cuando llegó a la ciudad de La Paz. Ocurrió en los años 60 y, después de deambular por algunos oficios, decidió quedarse en el negocio. Hoy está más de cuatro décadas atendiendo a los clientes en el negocio del Casco Viejo.

El Gato abrió sus fauces en 1939, allí donde ahora está situada la Fiscalía. Desde los inicios, sus productos llegaban de China, “sobre todo agujas, tijeras y pedrería, aunque también había casimires ingleses”, dice Asbún, cuyo tatarabuelo inició el negocio. “Él llevaba la mercadería a lomo de mula a las regiones mineras, años antes de asentarse en La Paz”.

Una de las clientas de los años 70 era Isabel Rosso. “No le voy a decir mi edad, ponga en su nota que tengo 15 años”, indica y sonríe antes de hablar sobre la añeja ciudad de La Paz. Ella caminaba a diario por el casco viejo de la sede de Gobierno, estudiaba secretariado, corte y confección en el instituto San Martín de Porres que, por aquellos tiempos, se situaba en la calle Comercio; eran los oficios preferidos de las mujeres, explica.

Graciela Pérez, vecina paceña de 67 años, recuerda con especial cariño a la tienda Lupo, que estaba situada en la calle Yanacocha, a menos de media cuadra de la Comercio. En el local, cuenta, se vendía sólo ropa para niños y sus dueños eran una pareja de judíos que se casó después de huir de la segunda guerra mundial. A pesar de su pasión por los pequeños, ellos nunca tuvieron hijos y tras su muerte la tienda quedó sin herederos.

Años después de la llegada de los judíos, irrumpió con éxito Casa Dani, en la misma calle Yanacocha. Hoy, el negocio sigue de pie y está ubicado en el local que antes era de los judíos. Otros negocios sí fueron arrasados por el contrabando y otros problemas propios de la época. Por ejemplo, los bazares…

El tiempo se llevó por delante algunos negocios. Sin embargo, aún quedan los recuerdos de las tiendas tradicionales que irrumpieron en el mercado paceño y se instalaron en el imaginario de la urbe. Por aquellos tiempos, cuando el contrabando sólo era un fantasma que aún no se animaba a espantar a la economía formal, floreció, por ejemplo, el bazar Sirvas, el de “los ronquitos”, como se conocía a los propietarios, hermanos que tenían una voz como afectada por un problema en la garganta.

El bazar —nombre de origen persa que significa “el lugar de los precios”— alcanzó con los Sirvas dimensiones superlativas. Estaba ubicado en la avenida Mariscal Santa Cruz, muy cerca del actual Tránsito. Entrar en el gran galpón era como estar, precisamente, en un mercado persa, pero bajo techo. De los muros y de soportes emplazados en el cielorraso pendían los más variados objetos. Corina Ortega, cochabambina afincada en La Paz desde el año 1951, recuerda que allí se encontraban hilos de todos los colores, lo mismo que cintas, telas (tocuyo, yute, cañamazo), bastidores, lentejuelas, mostacillas, palillos y ganchillos, botones, broches, elástico, encajes… ¿Bordar, tejer? Fácil con los instrumentos que bazar Sirvas ponía al alcance de los habitantes de La Paz.

La hija de doña Corina, Carla (36 años), dice que hasta los años 80, cuando ella cursaba la primaria, todavía acudió al bazar para adquirir cuanto le pedían en el colegio para la materia de Labores. Según doña Corina, uno de los hermanos falleció y el otro, ya mayor, decidió cerrar el negocio. “Una pena, pues La Paz no ha vuelto a tener una tienda tan surtida para una mujer de su casa”.// La Razón

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