Los coleccionistas son exploradores del pasado

Comienzan de a poco. Atraídos por libros, documentos, o fotografías que dejaron los abuelos. Casi sin darse cuenta, les da por clasificar recuerdos de la Guerra del Chaco, o la fundación de Santa Cruz. Releen con una mirada de arqueólogo las cartas escritas desde antes que nacieran. La obsesión los lleva a especializarse en algún periodo histórico. Aprenden sobre mineralogía, música y otras artes. Su pasión termina por arrastrarlos a guardar todo. El pasado los cerca. Los recuerdos comienzan a tomar cada esquina de su hogar y siempre llega la hora de pensar sobre qué hacer con todos ellos. Algunos, los más prácticos, piensan en venderlos. La mayoría se resiste a perder sus tesoros y prefiere exhibirlos en vitrinas como trofeos. Son los cazadores de la historia. Personas que ante la luz del día parecen como las demás, pero que en algún lugar apartado de sus casas comienzan a mirarlo todo con ojos de coleccionistas. Cuando el escritor Milan Kundera escribía que “la vida estaba en otra parte”, tal vez reflexionaba sobre lo material y los prejuicios morales. Pero la idea  también sirve para comprender que el legado humano reposa su valor en la fragilidad y lo efímero de su propio carácter.

Un museo para Portachuelo

Un joven soldado que se alista para salir de la guerra le escribe una última carta a su enamorada para saber "si tiene corazón" y si va a aceptarlo cuando vuelva. La letra romántica plasmada en la carta de un joven que sale de una de las confrontaciones más dramáticas de la historia de Latinoamérica, la Guerra del Chaco (1932 - 1935), está en un baúl de la casa de Bismark Reyes, un agricultor que busca descifrar el lenguaje del tiempo en Portachuelo. Guarda libros de hace más de 300 años, recetas de comida a base de palmito de la época del auge gomero, y documentos coloniales. Paralelamente se dedica a excavaciones. Ha recolectado vasijas que cree pertenecen a la cultura Chané. Su archivo fotográfico ya recibió elogios del Museo de Historia de Sucre, que le planteó digitalizarlas. El sueño es inaugurar un museo en este rincón del oriente. Para eso peregrina entre las instituciones de cultura. La tarea es ardua pero afirma que si  consigue su objetivo,  será más que justificada.

En algún lugar de La Mancha... en Santa Cruz

El personaje de Cervantes, Don Quijote, el caballero andante, era básicamente un hombre cuya mente se había desbordado de ideales por tanto leer historias de héroes de caballería. Lo que para él era "actuar por consecuencia" para lo demás era una especie de locura. Nino Gandarilla, historiador y ex vicepresidente del comité cívico, sabe un poco de esto. Guarda en su casa un pedazo de muro de lo que asegura era la casa de Ñuflo de Chávez, escombros de casas antiguas de Chilón, una astilla del Mojón con Cara (lo que habían dejado quienes lo robaron por primera vez), y arena de la plaza del Pari. El resultado de su intenso trabajo permitió fundar una biblioteca del Bicentenario con documentos de la época, y llevar adelante excavaciones en la llamada Santa Cruz la Vieja. "Mis amigos piensan que estoy un poco loco cuando les comento que ninguna arena es igual a otra", asegura, quien además cuenta con una diversa colección de arena de diferentes lugares.  

Registró hasta meteoritos

Ramiro Jiménez Lozano es propietario del anticuario más "viejo" de la ciudad. Hace 19 años abrió Ramaced, una tienda que ofrece todo lo que el buen coleccionista necesita. Pero no todo está a la venta. Ramiro es un auténtico gemólogo (estudioso de las gemas o piedras preciosas) y numismático (experto en clasificar monedas), cuyo trabajo consiste en comprar, vender y clasificar todo tipo de objetos. "Hay que diferenciar, si vas a hacer la nota. Algunas antigüedades tienen un valor histórico, otras un uso decorativo", aclara al ser entrevistado. Desde colecciones de coches, hasta vasijas europeas de mediados de siglo, la tienda de Ramiro es la típica del buen vendedor que dice "si no lo tengo te lo consigo". No es barato pero cada anticuario tiene su cartera de clientes. Cada vez que llega una novedad este propietario, cuya afición comenzó impulsada por su padre, sabe a quién llamar. A medida que trascurre el tiempo aumenta la experiencia, casi sin quererlo. Ramiro se volvió experto en clasificar rocas, casi ninguna representa un reto. Sin embargo, cuenta que una vez una pareja llegó con un mineral extraño que no pudo identificar. La envió a un laboratorio, luego de un tiempo confirmaron que era una roca que había caído del cielo. "Era un meteorito", comentó sin demasiada emoción. ¨¿Y cuánto cuesta un meteorito", se le pregunta. "Depende, si es lunar, si proviene de otro plantea, etc.", responde sin salirse del papel de un buen vendedor.

"He recibido propuestas para instalar un museo en otras ciudades. Sin embargo, mi sueño es inaugurarlo en Portachuelo". Bismark Reyes - Coleccionista

"Me siento con la satisfacción de realizar una actividad interesante que además puede convertirse en una contribución al conocimiento histórico o hasta ecológico". Nino Gandarilla - Historiador

Porcelana Francesa

Un regalo para los comerciantes. A principios del 1900, los comerciantes que importaban o exportaban mercadería recibían como regalo estos frascos de remedio elaborados con porcelana francesa. Algunos venían con diseños florales, alegorías del lugar y otros, como en este caso, llevaban el Escudo de Bolivia. Su elaboración y pintado era a mano. Los artesanos creaban los frascos de acuerdo a pedidos, y en muchos casos buscaban transmitir civismo patrio.

Relojes que marcaban estatus

la puntualidad es la hora boliviana. La mayoría de los relojes de bolsillo se usaban en las empresas estatales o privadas como ser las de ferrocarriles, mineras o por hacendados. También las usaban los oficiales del ejército y la policía. Su elaboración era Suiza o de Estados Unidos. Su material era acero o plata. Las marcas más conocidas eran Omega, Longines, Wallthan, Invicta, Rólex  y Elguin. Entonces como ahora, cargar uno era signo de elegancia y estatus.

Lo santo y lo pagano

San Miguel Arcángel. En una de las vitrinas de antigüedades Jhosua, una tienda ubicada en el centro de la ciudad, puede contemplarse a una versión estilizada tallada y pintada a mano en madera mague, de San Miguel Arcángel, uno de los dos arcángeles de Dios preparados para la lucha contra los demonios. La obra data de la época colonial de Sucre. Su autor es anónimo pero se piensa que es boliviano. A su alrededor, copas francesas de antaño.

El aporte histórico

Sobre estos "cazadores de historia", la directora del Museo de Historia de la UAGRM, Paula Peña, hace hincapié en la diferencia entre "coleccionista" y colaborador de la historia. Los primeros van más a lo privado, en tanto los segundos valoran más el lado histórico de lo que representa cada pieza. En ese sentido, recordó el caso especial de Bismark Reyes, quien ha colaborado con un considerable volumen de libros de contenido histórico que refieren sobre el norte cruceño.

"Son pocas las personas que tienen ese desprendimiento, pero existen. El museo ha podido enriquecer su colección de libros gracias a aportes de familias que traen bibliotecas personales enteras porque entienden que en el museo pueden estar mejor cuidados", explicó.// El Día

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